La
historia prehispánica comenzó a ser escrita, en sentido figurado, hace miles de
años. Desde entonces el territorio mexicano ha sido testigo del desarrollo
gradual de un enjambre de culturas que comprenden los orígenes de asociaciones
nómadas de cazadores y recolectores que vivían en pequeños grupos, con una
organización y vida cultural muy reducida, hasta la transición en grandes
sociedades sedentarias que desarrollaron de forma eficaz la domesticación
agrícola, la elaboración de objetos utilitarios, la arquitectura urbana y
religiosa, y que comparten con otros pueblos características particulares, como
estructuras sociales y prácticas complejas, asociadas a determinados periodos y
un área geográfica delimitada.
En el estudio de la historia
prehispánica se recurre a una designación espacio-temporal, para dividir
segmentos de tiempo en los cuales se manifiestan características particulares
relacionadas con la interacción del hombre indígena en un determinado lugar, y
que son llamados periodos. Dichos periodos sufren ajustes en la medida en que
las investigaciones avanzan y así lo exigen. En términos generales podemos
hablar de cuatro fases que anteceden a la llegada de los españoles a América
(etapa lítica, preclásico, clásico y posclásico), y en las cuales hubo
respectivamente un desarrollo, esplendor y decadencia de las culturas
mesoamericanas.
La etapa lítica es el periodo más antiguo
de la historia de México (abarca aproximadamente del 30,000 al 2,500 a. C.). En
este periodo llegaron y se expandieron por todo el territorio nacional los
primeros grupos nómadas[1];
aprendieron a adaptarse a las condiciones del medio y a crear estrategias para explotarlo de la mejor
manera posible. El hombre nómada dependía para su subsistencia de dos
principales actividades: la recolección de plantas y la caza. Casi al final de
este periodo la población nómada había desplegado técnicas que le permitieron
el perfeccionamiento de herramientas utilizadas para su sostenimiento, además,
comenzaban a desarrollar la agricultura
y a fabricar objetos asociados al procesamiento de plantas.
Los primeros rasgos que
caracterizarían la complejidad de las sociedades indígenas que hallaron los
españoles a su llegada se comienzan a apreciar en el preclásico (abarca del
2500 a.C. a 200 d. C.). En este periodo hay una serie de cambios notables con respecto
de la etapa anterior. El hombre seminómada hizo un uso eficaz de los
conocimientos acumulados y transmitidos por miles de años acerca del medio. La
explotación de la tierra a partir de la selección, manipulación y domesticación
de especies, como el maíz, chile, calabaza, frijol, amaranto y aguacate,
convirtió a la agricultura en su
principal medio de subsistencia. Entre las modificaciones que ocasionó la
agricultura está la formación de las primeras sociedades sedentarias. También
se da la invención de la cerámica, uno de los materiales que más apoyo brinda
en los estudios sobre las transformaciones de las estructuras sociales.
Hacía 1200 a. C. surge la cultura
Olmeca. El término Olmeca fue acuñado
en el siglo XX para referirse a rasgos característicos de esta sociedad, sin
embargo, se desconoce la forma en que estos pueblos se autodenominaban. A la
cultura Olmeca se le considera la “Cultura madre” porque tuvo alcances que
fueron adoptados por la mayoría de las sociedades mesoamericanas que le precedieron.
La vasta producción de alimentos permitió su desarrollo y estratificación
social, ya que al haber excedentes, no era necesario que todos se dedicarán a
la agricultura; tenían garantizada su supervivencia. La población se dividió en
comerciantes, artesanos, agricultores y campesinos. Se podría decir que al
principio la sociedad era igualitaria, sin embargo, la aparición de una clase
que tuvo control sobre las rutas comerciales, ahondó las diferencias con
respecto a los otros grupos, lo cual se vio reflejado en el tamaño y lujo de
las casas, la ofrenda, los entierros e incluso en la dirigencia del culto
público. Algunas aldeas crecieron más que otras; en las de mayor dimensión
comenzaron a construirse edificios situados de acuerdo a planes bien definidos,
cuya función era distinta de la habitacional. De la diferenciación social y
pública del culto se origina la designación de los gobernantes, que tiene una
relación directa con los comerciantes y sacerdotes. Es posible que este sea el
verdadero origen de los linajes; un grupo dominante de comerciantes que se
convierte en lideres y jefes de la población, situados en el escalón social más
alto, desean conservar y heredar sus privilegios a sus progenie. De esta forma se crea la típica base
piramidal mesoamericana.
Tras la decadencia de la cultura
olmeca, en el año 400 d.C. una buena
parte de Mesoamérica se ajusto a una dinámica en la que nuevamente se
consolidan procesos en curso desde el periodo anterior; la población sigue creciendo
y progresando, el intercambio cultural y
comercial entre las diferentes regiones se incrementa, surgen asentamientos de
gran tamaño que serán comunes en periodo Clásico, como: Teotihuacán, Monte
Albán, Tikal.
El inicio del periodo clásico se
caracterizó por la consolidación de grandes metrópolis, todas unidas a través
de alianzas comerciales o políticas.
Hacia 350 a 550 d. C. Teotihuacán alcanza su apogeo; domina el centro de México y por casi toda
Mesoamérica se conoce de su prestigio y poder, da albergue a más de 125,000
pobladores, entre ellos, barrios de distintos grupos étnicos. En otras regiones
surgen ciudades de grandes dimensiones, que están conectadas entre sí y dominan
a toda la región inmediata, como Monte Albán, Cholula y Tikal. A la mitad del
periodo, llamado clásico tardío, se da el colapso de la gran Teotihuacán, lo
cual significo la transformación del entramado político. El fin del periodo se ve marcado por
revueltas internas dentro de las ciudades que habían ganado mayor relevancia,
un debilitamiento en la estructura social de esos pueblos, así como la disputa
por la hegemonía entre las nuevas grandes capitales, lo que provocó el abandono
de las metrópolis colapsadas, por otro lado se comienza a observar grandes
movimientos migratorios venidos desde el norte del país, uno de ellos daría
como resultado la fundación de Tula.
El periodo posclásico, que abarca
del 900 a 1521 d.C. se distingue por la caída de las ciudades que tuvieron su
máximo apogeo en el clásico, el establecimiento de conjuntos migratorios venidos
del norte del país hacia el centro del mismo, la hegemonía de grupos toltecas y
chichimecas, el surgimiento de grandes centros poblaciones. El final de este
periodo se caracteriza por la aparición y dominio “de una de las entidades
políticas más complejas y poderosas que haya conocido el México prehispánico:
la triple alianza, liderada por Tenochtitlán”.[2]
[1] El Cedral, S.L.P. es
uno de los sitios arqueológicos más antiguos de México, en el que se han
encontrado evidencia con fechas de alrededor de 31,000 a. C.
[2] Vela, Enrique, “Poblamiento
americano” en Arqueología Mexicana, México,
Raíces-CONACULTA-INAH, Abril de 2010, No 34, pág. 11.
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