2. EVOLUCIÓN DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS


La historia prehispánica comenzó a ser escrita, en sentido figurado, hace miles de años. Desde entonces el territorio mexicano ha sido testigo del desarrollo gradual de un enjambre de culturas que comprenden los orígenes de asociaciones nómadas de cazadores y recolectores que vivían en pequeños grupos, con una organización y vida cultural muy reducida, hasta la transición en grandes sociedades sedentarias que desarrollaron de forma eficaz la domesticación agrícola, la elaboración de objetos utilitarios, la arquitectura urbana y religiosa, y que comparten con otros pueblos características particulares, como estructuras sociales y prácticas complejas, asociadas a determinados periodos y un área geográfica delimitada.
            En el estudio de la historia prehispánica se recurre a una designación espacio-temporal, para dividir segmentos de tiempo en los cuales se manifiestan características particulares relacionadas con la interacción del hombre indígena en un determinado lugar, y que son llamados periodos. Dichos periodos sufren ajustes en la medida en que las investigaciones avanzan y así lo exigen. En términos generales podemos hablar de cuatro fases que anteceden a la llegada de los españoles a América (etapa lítica, preclásico, clásico y posclásico), y en las cuales hubo respectivamente un desarrollo, esplendor y decadencia de las culturas mesoamericanas.  
            La etapa lítica es el periodo más antiguo de la historia de México (abarca aproximadamente del 30,000 al 2,500 a. C.). En este periodo llegaron y se expandieron por todo el territorio nacional los primeros grupos nómadas[1]; aprendieron a adaptarse a las condiciones del medio y a crear  estrategias para explotarlo de la mejor manera posible. El hombre nómada dependía para su subsistencia de dos principales actividades: la recolección de plantas y la caza. Casi al final de este periodo la población nómada había desplegado técnicas que le permitieron el perfeccionamiento de herramientas utilizadas para su sostenimiento, además, comenzaban  a desarrollar la agricultura y a fabricar objetos asociados al procesamiento de plantas.
            Los primeros rasgos que caracterizarían la complejidad de las sociedades indígenas que hallaron los españoles a su llegada se comienzan a apreciar en el preclásico (abarca del 2500 a.C. a 200 d. C.). En este periodo hay una serie de cambios notables con respecto de la etapa anterior. El hombre seminómada hizo un uso eficaz de los conocimientos acumulados y transmitidos por miles de años acerca del medio. La explotación de la tierra a partir de la selección, manipulación y domesticación de especies, como el maíz, chile, calabaza, frijol, amaranto y aguacate, convirtió a la  agricultura en su principal medio de subsistencia. Entre las modificaciones que ocasionó la agricultura está la formación de las primeras sociedades sedentarias. También se da la invención de la cerámica, uno de los materiales que más apoyo brinda en los estudios sobre las transformaciones de las estructuras sociales.
            Hacía 1200 a. C. surge la cultura Olmeca. El término Olmeca fue acuñado en el siglo XX para referirse a rasgos característicos de esta sociedad, sin embargo, se desconoce la forma en que estos pueblos se autodenominaban. A la cultura Olmeca se le considera la “Cultura madre” porque tuvo alcances que fueron adoptados por la mayoría de las sociedades mesoamericanas que le precedieron. La vasta producción de alimentos permitió su desarrollo y estratificación social, ya que al haber excedentes, no era necesario que todos se dedicarán a la agricultura; tenían garantizada su supervivencia. La población se dividió en comerciantes, artesanos, agricultores y campesinos. Se podría decir que al principio la sociedad era igualitaria, sin embargo, la aparición de una clase que tuvo control sobre las rutas comerciales, ahondó las diferencias con respecto a los otros grupos, lo cual se vio reflejado en el tamaño y lujo de las casas, la ofrenda, los entierros e incluso en la dirigencia del culto público. Algunas aldeas crecieron más que otras; en las de mayor dimensión comenzaron a construirse edificios situados de acuerdo a planes bien definidos, cuya función era distinta de la habitacional. De la diferenciación social y pública del culto se origina la designación de los gobernantes, que tiene una relación directa con los comerciantes y sacerdotes. Es posible que este sea el verdadero origen de los linajes; un grupo dominante de comerciantes que se convierte en lideres y jefes de la población, situados en el escalón social más alto, desean conservar y heredar sus privilegios a sus progenie.  De esta forma se crea la típica base piramidal mesoamericana.
            Tras la decadencia de la cultura olmeca, en el año 400 d.C.  una buena parte de Mesoamérica se ajusto a una dinámica en la que nuevamente se consolidan procesos en curso desde el periodo anterior; la población sigue creciendo y progresando,  el intercambio cultural y comercial entre las diferentes regiones se incrementa, surgen asentamientos de gran tamaño que serán comunes en periodo Clásico, como: Teotihuacán, Monte Albán, Tikal.
            El inicio del periodo clásico se caracterizó por la consolidación de grandes metrópolis, todas unidas a través de alianzas comerciales o políticas.  Hacia 350 a 550 d. C. Teotihuacán alcanza su apogeo;  domina el centro de México y por casi toda Mesoamérica se conoce de su prestigio y poder, da albergue a más de 125,000 pobladores, entre ellos, barrios de distintos grupos étnicos. En otras regiones surgen ciudades de grandes dimensiones, que están conectadas entre sí y dominan a toda la región inmediata, como Monte Albán, Cholula y Tikal. A la mitad del periodo, llamado clásico tardío, se da el colapso de la gran Teotihuacán, lo cual significo la transformación del entramado político.    El fin del periodo se ve marcado por revueltas internas dentro de las ciudades que habían ganado mayor relevancia, un debilitamiento en la estructura social de esos pueblos, así como la disputa por la hegemonía entre las nuevas grandes capitales, lo que provocó el abandono de las metrópolis colapsadas, por otro lado se comienza a observar grandes movimientos migratorios venidos desde el norte del país, uno de ellos daría como resultado la fundación de Tula.
            El periodo posclásico, que abarca del 900 a 1521 d.C. se distingue por la caída de las ciudades que tuvieron su máximo apogeo en el clásico, el establecimiento de conjuntos migratorios venidos del norte del país hacia el centro del mismo, la hegemonía de grupos toltecas y chichimecas, el surgimiento de grandes centros poblaciones. El final de este periodo se caracteriza por la aparición y dominio “de una de las entidades políticas más complejas y poderosas que haya conocido el México prehispánico: la triple alianza, liderada por Tenochtitlán”.[2]


[1] El Cedral, S.L.P. es uno de los sitios arqueológicos más antiguos de México, en el que se han encontrado evidencia con fechas de alrededor de 31,000 a. C.
[2] Vela, Enrique, “Poblamiento americano” en Arqueología Mexicana, México, Raíces-CONACULTA-INAH, Abril de 2010, No 34, pág. 11. 

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